lunes, 5 de julio de 2010

El proceso de Celia Lora. Alcohol, muerte y Rock And Roll

Celia Lora, foto: Clasos


Celia Lora, hija del exitoso representante del grupo El Tri, se encuentra inmersa en un caso de homicidio imprudencial. Desde el pasado siete de mayo vive un proceso judicial en su contra. La familia del occiso clama justicia. La familia de Celia ha subsidiado a los afectados. Los abogados luchan por el bien de sus clientes. La justicia se asoma, pero la muerte y la impudencia ya han vencido.La cárcel a cambio de una noche de juerga; un trueque desequilibrado

Por: Hugo Pacheco
La familia roquera más famosa de México implicada en un caso de asesinato imprudencial El silencio de la noche y la gélida brisa con que la alborada amenaza en surgir, mezclándose. Viernes siete de mayo, 4:45 hrs. La calma era violada por el estrépito sonido de dos autos colapsando sobre la calle Galeana, en la colonia San Ángel Inn. Un Volvo color negro con el número de matrícula 748SKR impactó en la parte trasera a una camioneta blanca Pick Up. Tensión en la conductora, terror en el conductor. La muerte acechando, esperando paciente su turno. Pedro Corona Ávalos, con 34 años de edad y cuatro hijos, yacía en la banqueta con la vida hecha trizas. Desde una caseta pública, fue la última llamada telefónica que realizó; antes de ser devorado por la defensa metálica de la Pick Up blanca. La ambulancia gimiendo por los carriles centrales del Periférico Sur, la vida pendiendo de un hilo. Tristeza, dolor, recuerdos. No hay otro culpable sino el alcohol.

Minutos antes, una joven de 26 años, daba el último sorbo a su copa, se despedía de sus amigos y salía del antro. Tambaleándose, como unos testigos aseguran. Giraba la llave y su auto rugía en la madrugada aún adolescente. “La camioneta salió de la nada, con los faros apagados, fui directo a ella y me impacté, fue un accidente”, mentira. La camioneta estaba estacionada, su conductor, Rubén Nicolás Uresti esperaba a que su amigo hiciera una llamada, con destino al cielo. Uresti no vio el carro, pero sus huesos sí lo sintieron. Cuestión de segundos y el alcohol cobró la deuda. La vida de un hombre corriendo hacia la muerte, su compañero, herido; la joven conductora, somnolienta, sedada, su vida intacta. Su nombre, Celia Eloísa Lora García.
El transcurso al hospital de Xoco fue interminable. Los segundos transcurriendo como minutos, el aire escapándose en cada exhalación. Alrededor de las 13:00 hrs de aquel viernes, Corona Ávalos, en su cama vestida de blanco y con un nudo en la garganta, abandonaba a sus cuatro hijos, dos de ellos gemelos y esposa, acobijado por su recuerdo. Mientras tanto, Celia Lora permanecía en la agencia de Coordinación AOB-3 de la Procuraduría General de Justicia. Alex Lora y su domadora dormitaban aún. La noticia les heló el alma.

La PGJDF, aquel 8 de mayo, dio a conocer que la hija del famoso cantante de rock estaba acusada de homicidio culposo y daño a la propiedad. De su padre, ni una palabra. Permanecería en ese ambiente hostil, con su rostro sumergido en el estupor, hasta el día de las madres. Obtendría la libertad bajo las reservas de la ley y ante la posibilidad de llegar a un acuerdo sobre la reparación del daño con la familia del difunto Corona Ávalos. Las mieles de la libertad no durarían mucho tiempo. El retraso se debió a la carencia de agilidad pericial que la PGJDF tuvo. Hasta ese lunes, era imposible determinar la responsabilidad culposa de los involucrados. Celia Lora y Rubén Uresti, conductor de la Pick Up, se reservaron su derecho a declarar. Pero existía un detalle que ni la Procuraduría podía ignorar. Lora dio positivo en las pruebas químicas de consumo de alcohol, por ello, permaneció detenida por el cargo de homicidio imprudencial.

El Tri, con 42 años de carrera musical, cinco nominaciones al Grammy Latino y 30 millones de discos vendidos, nada podía hacer. Alex Lora se negaba a declarar, era innecesario agitar más las aguas del ya incierto futuro de su hija.
Dos días más tarde, Celia declaraba que ella conducía el Volvo negro que causó la muerte a un hombre. El procurador Miguel Ángel Mancera dio a conocer los datos, nadie ponía en duda la responsabilidad de Celia, pero Mancera afirmaba que en el momento de la detención ella se encontraba en el asiento del copiloto. El proceso se alargaba por pruebas superfluas. Los hechos hablaban por sí mismos.

“Para nosotros también es una terrible desgracia que nuestra hija pueda perder su libertad por la presión pública que se ha ejercido, haciéndola culpable de los hechos pasando por alto que hay otro posible responsable”, declaraba por fin el rockero más famoso de México. Jueves 13 de mayo. Los medios vueltos locos por el incidente. El delito de homicidio culposo alcanzaba fianza, sin embargo, con el agravante que significa el que conducía en estado de ebriedad, sería el juez quien determinara si alcanzaba fianza o si se reclasificaba el delito.

La familia de Celia, comenzaba a creer que era injusto el que tuvieran en arraigo a su hija. Los medios la calificaban de asesina, drogadicta y alcohólica. Por Internet las ofensas eran aún más fuertes. La vida de la familia Lora era un caos. La causa, imprudencia mezclada con alcohol. El ambiente, tenso. La opinión pública satanizaba el hecho. A la PGJDF le llovían preguntas. Y Alex Lora por fin hablaba “nuestra hija, no es más que una muchacha como cualquier otra... pero desgraciadamente su cruel destino la situó en este lamentable, irreparable y desafortunado accidente... porque parece ser que su único pecado es ser hija de Alex Lora”.

Un día más tarde, el magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (TSJDF), Edgar Elías Azar, confirmaba que el delito de homicidio culposo agravado que se imputaba a Celia Lora García no alcanzaba el beneficio de la libertad bajo fianza. El expediente de la consignación del caso era canalizado por el Juzgado 30 en Materia Penal, donde se resolvería si se tramitaba la orden de aprehensión en contra de Celia.

Con 26 años, la vida pareciera interminable. Pero el alcohol se encarga de cambiar el destino. Las fuentes del TSJDF, aseguraban que en caso de girarse la orden de aprehensión, la joven podría abreviar el proceso al acudir voluntariamente al juzgado, reconocer su culpabilidad y que su defensa solicitara de inmediato el dictado de la sentencia. La juez Celia Marín Sasaki tenía seis días para decidir si se le dada orden de aprensión a la acusada. Mientras tanto, el abogado de la familia afectaba, Guillermo Torres Rabadán aún no pedía dinero a los Lora. María del Carmen Medina, esposa del difunto, lavaba sus penas ante la juez, quien le comunicaba que eran necesarios esos seis días de espera para tener una decisión sólida y convincente. La viuda esperaba la inquietante decisión. Sus hijos, aferrados al ataúd de su padre, le gritaban “no te vayas papá, no nos dejes solos”. Una escena estremecedora. Una noche, una simple llamada, cuestión de segundos y la muerte, sigilosa y confusa, era la protagonista.

17 de mayo,” la Procuraduría Capitalina benefició a Celia Lora, hija del cantante Alejandro Lora, para que pudiera quedar en libertad”, dijo la defensa de la familia de Pedro Ávalos. Guillermo Torres Rabadán, abogado de la viuda de Ávalos, comento lo anterior, además de que el Ministerio Público actuó de manera que fuera beneficiada la hija del cantante de rock. El escándalo refulgía en el ambiente. La verdad era para la sociedad, obvia; pero había que realizar el proceso legal, la justicia mexicana debía de hablar. Celia Lora limpiaba su tensa tez repleta de sudor, todo parecía una pesadilla y este se asemejaba a un posible final. Ella libre, la familia sin padre pero indemnizada, buen final, pensaba.
La opinión pública criticaba el papel de las autoridades ministeriales, quienes requirieron de más tiempo para contar con los resultados del examen de ebriedad practicado a Celia. En vez de conocerse el resultado en 24 horas que es lo común, requirió más de 72, con lo cual la acusada tuvo que ser puesta en libertad bajo las reservas de ley. “Hay un certificado de un médico legista que dice que sólo tenía aliento etílico, y sin embargo le dieron seis horas de recuperación, porque la verdad es que ella iba cayéndose de borracha”, dijo el abogado de la familia de Ávalos. Si después de beber una cantidad razonable de alcohol se realizara una prueba, el resultado sería verídico, pero si a Celia le dieron cerca de 72 horas para que se recuperara, los resultados, sin duda, cambian dramáticamente. Por ello se llegó a pensar en la influencia de la hija del rockero. Era evidente que era una injusta suerte la de Pedro Ávalos, pero con un proceso legal que comenzaba a presentar lagunas, era necesario alzar la voz.
“No condenen a mi hija”. Alex Lora, una triste pintura. La presión sobre la joven. Su abogado tratando de fraguar un plan concreto y creíble para sacar del embrollo a su clienta. La opción, escudriñar la ley en busca de alguna salida. Por ello, el abogado Rafael Martínez Treviño informó: “Interpuse una demanda de amparo federal, haciendo ver una inconstitucionalidad de ley, en virtud de que el Código Penal no contempla los grados de alcohol en la sangre y la orina, a diferencia de otros códigos penales, en los que se establece plenamente el grado de ebriedad, con los grados específicos en sangre y orina”.

El rostro de Celia es de sorpresa, se ve aparentemente arrepentida de sus actos, pero sabe que pisar la cárcel no es una maravillosa experiencia. Según su abogado, lo que se busca es quitar el agravante para que no ingrese al Centro de Readaptación de Santa Martha Acatitla.

El presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (TSJDF), Édgar Elias Azar Indicó que aunque haya una reparación de daño pactada, la hija de Alex Lora sí pisaría la cárcel. “Lo que hace es cubrir la reparación del daño (980 mil pesos) Celia Lora tiene que ingresar forzosamente para poder llevar a cabo todo el procedimiento”. Obligatorio, de cajón, un trámite lúgubre para los Lora. México, patria a quien sus letras dedican, ahora está en su contra. La justicia parece haber hablado, pero no es su favor.

La prueba del alcohol no funcionó. Pero el día 20, Celia aseguró que la camioneta le salió de frente de manera intempestiva y con las luces apagadas, por lo que no alcanzó a frenar a pesar de circular a una velocidad de 40 kilómetros por hora. Fue trasladada al Centro de Readaptación Social Santa Martha Acatitla, y luego fue llevada ante la juez 30 penal, Celia Marín Sasaki. Se presentó detrás de la rejilla de prácticas del juzgado penal, tal como sucede con todos los acusados. Se dijo inocente.

El sabor metálico de los barrotes tras la barandilla de prácticas en Santa Martha. A Celia Lora la daña el tiempo, y el recuerdo. Como una “desgracia familiar” calificó el rockero Alex Lora el que la jueza 30 de lo Penal, Celia Marín Sasaki, dictara auto de formal prisión en contra de Celia Elvira Lora, por el delito de homicidio culposo agravado. Martes 25 de mayo. Con esta decisión judicial, la joven, de 26 años, tendrá que pasar su proceso internada en el Centro Femenil de Santa Martha Acatitla. Al día siguiente la familia Lora se encontró con la trágica noticia no sólo de que su hija iba a llevar su proceso penal dentro de Santa Martha, sino que será reubicada con la población del penal. La joven será trasladada a un dormitorio del área de población general del penal femenil.

La ley es clara, no discrimina entre el rico y el pobre. La hija de la pareja rocanrolera más famosa de México, hoy es tachada de criminal y asesina. Hace apenas tres semanas, la vida era distinta. Para ella y para la familia del difunto Pedro Corona Ávalos. Hoy sus cuatro hijos rezan por su descanso, su esposa es un ser devastado por la tristeza y el odio. Celia quisiera nunca haber pisado el acelerador, pero la vida, más que la ley, es justa.

En las próximas horas, Celia Lora tendrá una habitación como nunca la soñó. Tres estrechas paredes y una reja serán sus compañeras. La cárcel, ese espacio donde los recuerdos atrofian la mente de los inculpados, donde la demencia se pasea cada noche y roza con su fría y delgada mano los barrotes; es hoy el hogar de una joven que lo tenía todo. Fama, dinero, libertad. Que hoy desearía darlo todo por esta última. Libertad.

lunes, 24 de mayo de 2010

Un dulce camino hacia la tumba

foto: cuarto oscuro
México, primer lugar mundial en obesidad infantil, se debate el futuro de la normatividad alimenticia y deportiva en escuelas primarias. La enfermedad pareciera ser demasiado astuta para el gobierno mexicano. Los padres de familia admiten que es difícil cambiar de una día para otro sus pobres hábitos alimenticios. La infancia mexicana se encuentra al borde de la enfermedad, pero se dedica a seguir soñando. Una guerra por la opción más viable comienza.

Por Hugo Pacheco Méndez

A los 8 años, la alegría es evidente; la salud en el futuro, una gran incógnita. Las risas infantiles que se te pegan al recuerdo. La fiesta del color, del sabor a caramelo y los sueños que parecieran flotar en el ambiente. Los alumnos de la escuela primaria Carlos B. Muguia en la colonia San Juan de Aragón, salen al recreo. Es esa media hora de la diversión; que los niños esperan desde que suena la campana que los llama a comenzar el día. Momento de compartir chistes, risas, juegos y también, comida; abundante comida, pero dulce y poco nutritiva. La imagen de niños corriendo y jugando futbol es cada vez más escasa. Ahora, los quicios de las banquetas dentro de las primarias, son colmados de estudiantes que se dedican básicamente a compartir sus alimentos. México ocupa el primer lugar en sobrepeso infantil, en 2010, son cuatro millones y medio los niños que padecen obesidad. “¿A ver a qué sabe?”, dice Rubén, de 8 años de edad a su amigo Gerardo. Comparten un hot dog y frituras que degluten felizmente con refresco sabor Cola. Los pómulos regordetes y ruborizados de Rubén se contraen con el primer bocado, ríe, se burla de la vida, como cualquier niño de su edad; es feliz.

Son cinco los amigos, tres de ellos, como sus mamás lo indican con ternura, “están un poquito gorditos”. Pero no debiera ser cuestión de risa, ya que según las palabras del presidente Felipe Calderón a inicios de año, “el 90% de los casos de diabetes tipo 2, que hoy es la primera causa de muerte en el país, son atribuibles al sobrepeso y a la obesidad”. El patio de la escuela se colma de risas que hoy ya no son provocadas por el ir y venir de un balón; el avioncito pareciera haberse extinguido; la cuerda cuelga de una rama del árbol más frondoso de la escuela, desteñida. Pareciera nada, pero aquellos juegos, al menos hacían surgir la transpiración inminente que provoca la diversión infantil. “Pásala, pásala”, grita Manuel a su amigo Guillermo, son unos de los escasos niños que aprovechan el pequeño patio para correr tras de un balón desinflado. Otros tres pequeños patean un balón de Volley Ball, uno de ellos se aferra con coraje a una torta de tamal que flota en el aire como péndulo. Mientras, las madres preocupadas por la alimentación de sus hijos, esperan en la entrada de la escuela con topers y termos. “Prefiero gastar una hora de mi tiempo a que mi hijo tenga que comprar la comida tan fea que venden dentro de la escuela”, asegura doña Martha. “Según que ya salió la ley que regula la venta de comida chatarra en las escuelas pero aquí y en muchas otras primarias, sigue igual” arguye otra ama de casa.

Son pocos los padres que se preocupan por la salud de sus hijos, por los alimentos que ingieren. La causa de la obesidad infantil en México, no nace únicamente en la escuela, sino que comienza desde el hogar. Los malos hábitos son copiados de padres a hijos. La hora de la comida hoy no se concibe sin un refresco de hasta tres litros y alimentos con altos niveles calóricos y en los que predomina el colesterol. No hay nada como un primer bocado que nos llene la boca de aceite. Todo pareciera transcurrir con normalidad, pero el tiempo se ha encargado de cobrarnos la cuenta a grandes precios. Ahora el problema de la obesidad afecta principalmente a los niños, al futuro de México, hoy luchan ya no tanto por jugar y divertirse, sino por siquiera respirar.

El pasado 4 de abril, el gobierno mexicano advirtió que la ingesta de bebidas calóricas, en especial las azucaradas —como algunos refrescos— aumenta el riesgo de generar obesidad y diabetes entre la población que consume con regularidad estos productos. Los mexicanos han forjado con el paso del tiempo un hábito mortal; la ingesta desmedida de este tipo de bebidas, no sólo en la comida, sino a toda hora es ya una costumbre. Un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) destaca que en México, 21% del consumo energético total de los adolescentes y adultos proviene de estas bebidas y que la ingesta promedio de los mexicanos “es poco saludable”. El ejemplo que se le da a la población infantil repercute directamente en su salud. A esa edad, cuando su mente es una esponja absorbente de ideas, los niños piensan que el tomar refresco a diario es común, no conocen el riesgo que en su vida adulta o en la adolescencia les puede acarrear. El peligro no se limita al exceso de peso o a la apariencia física sino que daña al aparato digestivo, circulatorio y excretor de forma permanente. El daño puede ser irreversible y en casos severos, causar la muerte.

El INSP indica en el documento que un grupo de expertos propone una clasificación de las bebidas, asignándoles una escala con base en su contenido energético y valor nutritivo, así como sus beneficios y riesgos para la salud. Coloca en el nivel 1 al agua potable, pues dice que es la elección más saludable y la bebida preferida para satisfacer las necesidades diarias de líquidos, ya que no tiene efectos adversos cuando se consume en los intervalos adecuados. En el nivel 2 ubica a la leche semi y descremada, y bebidas de soya sin azúcar adicionada. Subraya que éstas tienen elevadas cantidades de energía, por lo que recomienda hasta dos tazas al día. En el nivel 3 coloca a las infusiones y al café. En el nivel 4 están las bebidas no calóricas con edulcorantes artificiales (refrescos de dieta, aguas con vitamina, bebidas energizantes y otras “dietéticas” a base de café o té se prefieren a las endulzadas con calorías, ya que proveen agua y sabor dulce, pero sin aporte de energía. “No se recomienda su consumo en preescolares y escolares”, apunta el estudio del INSP (Fuente: El Universal). Esto último por el grave daño que puede representar para los niños, son los más susceptibles a tener un exceso en este tipo de bebidas, por su edad e inquietud; por el amor a lo dulce que en esa edad se tiene.

El 7 de abril, José Ángel Córdova Villalobos, secretario de Salud, consideró la posibilidad de imponer impuestos a la industria refresquera para disminuir el consumo, debido a que el refresco es un factor importante en el aumento de la obesidad entre los mexicanos. Dijo que la meta para 2012 es revertir la obesidad y el sobrepeso en niños de 2 a 5 años; detener el aumento de casos en menores de 5 a 19 años, y desacelerar la incidencia en adultos.

Córdova Villalobos afirmó que la obesidad afecta a 70% de la población, y que 26% son infantes de entre 5 y 12 años. Pero las calles, los hogares y las escuelas siguen infestadas de envases vacíos del líquido. El mexicano ha arraigado con el tiempo este rito del refresco y la comida. Es imposible que en pocas semanas quede erradicado. Mientras, la infancia continúa resistiendo los embates, con alegría claro, pero en un futuro, las consecuencias pudieran ser fatales. Tras las fuertes declaraciones de Córdoba Villalobos, al día siguiente, diputados federales votaron en el pleno, reformas a la Ley General de Salud para que sea obligatorio en las escuelas del país “practicar 30 minutos diarios de ejercicio físico para prevenir padecimientos de sobrepeso y obesidad, que ponen en peligro la salud física y mental de los menores”. Tal dictamen, que llegó con consenso de los partidos, otorga facultades a las autoridades de salud y de educación para prohibir la comida chatarra en los planteles escolares, además de que las instruye a promover una dieta baja en alimentos grasos y azúcares. Tal reforma, fue la primera medida de fondo que aprobó el Congreso para combatir el sobrepeso y la obesidad.

La reforma era un hecho pero la normatividad se tambaleaba. ¿Cómo dar de un día para otro 30 minutos de educación física a los niños durante cinco días? Surgía, en primer lugar, el grave problema que las instalaciones educativas carecían de un espacio asignado a fines exclusivamente deportivos. Una gran mayoría de instituciones no contaban con un patio de recreación y a lo más que llegaban era a un salón de usos múltiples. Esto se vio representado en el Diagnóstico de Infraestructura de la Secretaría de Educación Pública, realizado en 2009, el cual concluyó que de 184 mil 602 escuelas incluidas en el estudio, 142 mil 981 no contaban con canchas y 142 mil 243 no tenían patio de usos múltiples (Fuente: Notimex). De las escuelas que sí tienen canchas deportivas, 7 mil están en malas condiciones.

Pleno siglo XXI y tanto el gobierno como la SEP han sido incapaces de construir escuelas o datar a las ya existentes de espacios mínimos de recreación. La distracción y la convivencia, más aún a esa edad, para los niños, es necesaria. Sueñan con salir al recreo, que aquella campana que escucharon por primera vez a las ocho de la mañana, vuelva a repiquetear. No les importa tanto lo que puedan hacer durante ese tiempo. Jugar, comer, recostarse sobre el pasto, charlar, comentar una caricatura, hacer deporte; lo que piden con gran entusiasmo son esos 30 minutos de libertad. En este caso, la oportunidad de reformar el hábito deportivo y alimenticio en las escuelas primarias es trabajo tanto de los padres de familia como del Estado, creando leyes y reformas que en realidad cumplan su cometido, mas no una serie de puntos que resultan en primera instancia, difíciles de llevar a cabo, esto porque no se parte de las graves carencias que tiene el nivel educativo en México, de las de las deficiencias en este rubro.

Para el viernes nueve de abril, Alonso Lujambio, titular de la Secretaría de Educación Pública, declaraba que la reforma era inexacta, que 30 minutos al día era una idea irreal, ya que “Si la jornada educativa dura 4 horas con 30 minutos, se requeriría de cambios a los programas para dar lugar a media hora de ejercicio”. Algo real, sería necesario reformar el plan de estudios. Pero si según la prueba Enlace que se les aplica año con año a los niños para conocer su nivel educativo, y que se evalúa principalmente a sus maestros, está por los suelos, y el sobrepeso ha mermado los pequeños cuerpos de miles de estudiantes; la iniciativa no está tan lejana de la realidad y del éxito. Pero la propuesta de Lujambio fue un intento inútil de sacar la cara por sus niños mexicanos. Planteó que el tiempo dedicado al ejercicio se divida en bloques de 10 minutos a lo largo de toda la jornada en que los niños están en la escuela. Algo aún más difícil de cumplir para los alumnos y para los maestros. La distracción sería demasiada, el desorden se volvería un caos. Con cinco bloques de diez minutos para divertirse, los niños olvidarían por completo sus labores académicas. La propuesta de Lujambio resultó absurda e incluso risible. Un secretario de Educación que se esmere en crear el desorden dentro del aula de clases y que los niños no tengan un ritmo de clases equilibrado con el deporte, no merece ese título. Si el mismo encargado de la educación nacional, lanza propuestas tan ilusorias y perjudiciales, entonces ¿quién tendrá la respuesta?

Los planes se unen. La utopía mexicana surge de nuevo

La cita fue en las instalaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP). El sábado 10 de abril, los titulares de las secretarías de Salud, José Ángel Córdova, y de Educación Pública, Alonso Lujambio, reiteraron “el compromiso absoluto” para que antes del inicio del ciclo escolar 2010-2011 sean emitidos los lineamientos generales para el expendio y distribución de alimentos y bebidas en las tiendas de los planteles de educación básica de todo el país. Transcurrió como una charla común, de cajón. Los planteamientos y las declaraciones; las mismas. México necesita una reforma bien estructurada a nivel de salud y educación enfocada a los estudiantes de primaria; y la requiere pronto. La enfermedad se esparce, no discrimina, y la infancia es la siguiente víctima.
El Gobierno quisiera crear reformas que dieran fruto en cuestión de semanas e incluso días, pero es un proceso lento. Después de “mejorar” la ley esperan que se desarrolle por sí misma. Pero son muchos los factores que intervienen en el proceso. Los padres de familia y la alimentación en casa; la preparación de los maestros de educación física para llevar a cabo su papel; el futuro de los puestos informales, de las personas dedicadas a ver a diario los rostros de niños que se acercan con una gran sonrisa a comprar sus antojitos. Es una estructura difícil de cambiar. Miguel Ángel Córdoba, declaró ante los medios, después de que se le informara que la mayoría de escuelas públicas del país no contaban con un espacio para actividades deportivas, que “el ejercicio lo pueden hacer dentro del aula”. El ciudadano ya no sabe si reír o llorar. Si el secretario de Salud piensa que es saludable, siquiera posible, que el alumno realice sentadillas, abdominales y lagartijas; que sude dentro de un aula en donde apenas si alcanzan las bancas y la mesa del profesor, que carece de ventilación, y que reinicie sus labores escolares como si nada ocurriese, entonces o no sabe que la palabra México significa mala planeación a nivel educativo (por no decir carencia e ineficiencia académica), o no vive en tierra azteca. A sus hijos probablemente los ejercite un profesional bien pagado pero como está la situación económica en este momento, resulta difícil pensar en los sueños guajiros que él sugiere a nivel nacional. La suerte está echada. Falta esperar si cae cara o cruz. O SEP, o Ssa.

El niño es feliz por naturaleza durante su época en la primaria. Es cuando más corre, juega, se divierte; cuando más vive. No le importa el dinero, que lo ve como simple papel pintado. La contaminación ambiental lo intriga y se hace preguntas. La escuela es su campo de juegos. La lectura y los vegetales, su peor pesadilla. Los niños son pequeños ángeles traviesos que los padres de familia se empeñan en amar, no importando su peso. Que el gobierno debiera cuidar, porque son el futuro. Pero la reforma integral tarda en llegar. El patio de juegos se ve vacío, sobre él, las hojas secas del abedul escolar se remolinan cerca de una portería delimitada por rocas. Los rastros de comida se limitan a envases de refrescos vacíos y bolsas de frituras. La escuela permanece en silencio. Pero si se aguza el oído, el eco de las risas te palpa nuevamente el recuerdo. Cuando se es niño, se es feliz. Pero la enfermedad asola hoy en día el cuerpo y la mente de la infancia mexicana. Rubén y Guillermo se despiden, cada quien con un helado de su sabor favorito. Mañana esperan verse y compartir sus alimentos, que lamentablemente los conducen a una fatídica pero dulce muerte.

domingo, 23 de mayo de 2010

El santuario del Señor de Chalma, lugar de leyendas, fiestas y ritos ancestrales


Por Yareni Trejo
En grupos, en familias o solos, en bicicletas, en camiones, a pie o de rodillas es como llegan miles de peregrinos y turistas a visitar al Señor de Chalma, en el Estado de México. Los fieles, realizan impresionantes caminatas, en ocasiones hasta de varios días, demostrando con ello su fervor religioso. La mayoría va a cumplir su “manda” y después aprovechan para pasear, comprar y hasta a bailar, como dice la tradición: cuando asistes por primera vez te pones una corona y bailas en la plaza del Ahuehuete al Cristo de Chalma. Posteriormente, debes ir al santuario, dejar ahí la corona y entrar a misa.

Chalma se localiza al sureste del Estado de México, en el municipio de Malinalco, a una distancia de 95 km de la Ciudad de México y 65 km de Toluca. La población está rodeada por una abundante vegetación, montañas, manantiales y dos ríos que cruzan el territorio: el Chalma y el Tlaxipehualco. En este escenario destaca uno de los santuarios más visitados del país dedicado al santo Señor de Chalma, quien ha sido objeto de veneración, por el que durante todo el año acuden miles de peregrinos procedentes de diversas latitudes del país atraídos por la infinidad de dones y milagros que se le atribuyen.

El lugar está rodeado por pequeñas cuevas, las cuales están relacionadas con las creencias de indígenas, pues dicen, en una de ellas se adoraban a Oxtoteotl, dios que representaba las cuevas, y Tlazatcotl, dios de la basura y de la inmundicia. Cuenta la leyenda que cuando los frailes agustinos Sebastián Tolentino y Nicolás Perea, evangelizadores de la región, se dirigían a la cueva a destrozar a dichos dioses se encontraron con el milagro de la aparición del Cristo crucificado y a sus pies Oxtoteotl y Tlazatcotl destrozados. Es así que después de testimoniar la milagrosa aparición, con el tiempo son los padres agustinos quienes establecen el santuario junto a un manantial.

El Santuario se conforma por el templo y convento del siglo XVll. El templo es de portada neoclásica, su altar está tallado en madera, policromada en estilo plateresco y un cristo ocupa el lugar central. Es importante mencionar que se pueden admirar cuadros al óleo sobre la vida de San Agustín, lienzos con el tema de la pasión de Cristo y pinturas de la vida de San Nicolás Tolentino.

Chalma, aún conserva en su ambiente un olor a copal, leyendas, fiestas y ritos ancestrales. Los peregrinos que llegan a este lugar continúan manteniendo estas costumbres, ya que, al aproximarse a las inmediaciones del templo, la primera señal que encuentran los visitantes al acercarse al sitio es el ahuehuete, árbol que simboliza la llegada a Chalma, el cual, aseguran los lugareños tiene más de 400 años y de donde al pie de sus raíces brota un manantial de agua cristalina. A este líquido se le atribuyen propiedades milagrosas. La tradición dice que antes de visitar el santuario, uno debe bañarse en las aguas que brotan debajo del ahuehuete; a los que llegan por primera vez, se les hace una corona de flores de nardo, crisantemo, bugambilia o clavel y se les pone a bailar como parte del ritual. Se danza como se puede, o se quiera, como una forma de agradecimiento por poder ir a conocer al Señor de Chalma.

La señora Josefina, de 76 años de edad, vendedora de coronas desde que tiene uso de razón, comenta que: “aquí es el Ahuehuete, así se llama el lugar... cuando uno es nuevo en esto, cuando es su primera visita, uno se pone la corona y baila allá abajo, para darle gracias al Señor por permitirte venir a verlo”. Algunos inician el camino al santuario desde este punto, recorriendo los seis kilómetros que separan al ahuehuete del centro del pueblo, bañados y coronados. Para llegar al templo se sigue por la pendiente a través de un túnel formado por lonas de los comercios que se encuentran a los costados del camino. En estos puestos se venden desde diversos artículos religiosos como: rosarios, crucifijos o talismanes hasta dulces típicos, por ejemplo, las palanquetas de cacahuate y jaleas; y para mitigar la sed, un buen jarro de pulque. También se encuentran a la venta hasta costalitos en los que se lee: "tierra santa de Chalma para comer".

Al arribar a la entrada de la iglesia se encuentran unos tubos de dos metros aproximadamente, en los que cuales se depositan las coronas de los peregrinos, para saber que ya están purificados, “…después del Ahuehuete, te vas al santuario y dejas ahí tu corona para que el Señor de Chalma vea que ya te purificaste y que estás limpio para pedirle un milagro o favor, así, libre de todo pecado, el te lo concederá”, aunque “cuando pides imposibles hay un refrán que dice «ni yendo a bailar a Chalma»”, afirma Josefina. Y ya dejando la corona, tienes que escuchar misa. “Por lo general la gente que acude a Chalma, viene a pedir por la salud de alguien, por la felicidad, en agradecimiento, por el nacimiento de un bebé, por muchas cosas. Y eso lo hacen en la misa, porque es en ese momento cuando la persona está en comunicación con el Señor”, así narra la señora Evelina Sánchez, persona encargada del módulo de información, ubicado a lado del santuario.

Terminada la misa se puede acudir al interior de la iglesia, por un costado, se hacen filas de personas que desean entrar a ver al Cristo de cerca, pues como asiste mucha gente, no se alcanza a distinguir bien la imagen, puesto que, en ocasiones no llegan hasta el frente, que es donde está el altar con el Señor de Chalma.

Por otra parte, en el lado opuesto a las filas, está el retablo, sitio designado a los testimonios de milagros que ha hecho el Cristo. En él se pueden ver fotografías, cartas, regalos, cuadros, rosarios, cruces, dibujos, escapularios, así como un Cristo Negro cubierto de fotos tamaño infantil y una que otra carta de personas que acudieron al lugar y dejaron la evidencia de su milagro con gratitud.

A pesar de que a diario se reciben visitas en este santuario, el domingo es el día de las mandas y es cuando más concurrido se encuentra por la gran cantidad de peregrinos que acuden a presentarse ante el Cristo; aunque las principales festividades del lugar son: la del 6 de enero o Día de Reyes, el primer viernes de cuaresma, miércoles de ceniza, Semana Santa, Pascua de Pentecostés, primero de julio, día del Señor de Chalma, San Agustín el 28 de agosto, San Miguel Arcángel el 29 de septiembre y Navidad.

Cumplida "la manda" muchas familias aprovechan para dar una vuelta por el rumbo. O bien, pueden divertirse en el pequeño balneario del santuario. Otros emprenden el retorno a sus lugares de origen con la esperanza de regresar, pero sobre todo con la esperanza de que sus plegarias sean escuchadas por el Señor de Chalma.

jueves, 20 de mayo de 2010

"Indi" no es un estilo musical es una forma de ver la vida, indi eres tú si así lo decides



¿Qué es el “indi”, cómo explicarlo?

Para responder estas preguntas es necesario contar con una libertad de juicio que sólo se consigue cuando eres joven y vives la inquietud de ir más allá de lo convencional, cuando decides leer más libros de los que hay en tu casa o cuando escuchas más música de la que ofrecen en la radio, en otras palabras cuando tu pensamiento se vuelve independiente.

Por décadas muchos jóvenes con las mismas inquietudes y necesidades por transmitir sus obras artísticas se han enfrentado con los parámetros de una industria que trata de decidir lo que vale o no la pena, lo que es bueno escuchar o no y lo que debes leer.

Bajo este argumento muchísimos músicos, escritores, comunicadores, diseñadores independientes y más, decidieron cambiar las reglas que dictaban la industria discográfica en los medios de comunicación para crear sus propias unidades de producción y distribución.

Lo indi no es un género, es un concepto; indi no es un estilo musical, es una forma de ver la vida; indi no es pertenencia, es independencia; tampoco es el fin, es el medio; indi no es una moda, indi eres tú si así lo decides

Para entender mejor qué es indi escucha nuestro siguiente reportaje

miércoles, 19 de mayo de 2010

La maroma mixteca: rito ancestral que aún palpita

Don Erasmo ha sido maromero desde la década de los 70´s. Aquí sostiene su huácaro al lado de su esposa Victorina.


CRÓNICA LITERARIA

Por: Hugo Pacheco Méndez

El sol implacable de la sierra mixteca reclama su fama en cada senda. Las frentes bronceadas de los campesinos refulgen abajo, entre los surcos de maíz y trigo que tardan en nacer. Las mujeres se levantan temprano para ir al molino y con sus manos convertir la masa en un manjar para sus esposos. El vaho del atole impregna la carretera a las siete de la mañana. El viento ruge lanzando los sombreros al asfalto. La gente de diversos pueblos cercanos se levanta temprano para vender su mercancía o sus animales. Ancianos, niños y hombres en su mayoría van en una pick up. Se dirigen hacia San Miguel Amatitlan, un poblado del estado de Oaxaca, a cuatro horas de la capital. En ese sitio vive una familia que se ha convertido en leyenda; que según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) practica un rito ancestral: la maroma.

¿Conocen la maroma?

I
Su nariz sobresale cuando se le mira desde el retrovisor. De facciones gruesas y tensas arrugas en la frente que el arado del tiempo ha dejado: Jacinto Angón conduce pensativo la pick up, deseando poder terminar temprano la jornada para al menos, cenar con su familia. Durante más de treinta años se ha ganado la vida viajando de Huajuapan de León (una pequeña ciudad a tres horas de la capital que es cuna de un baile mundialmente reconocido: El jarabe mixteco) a

San Miguel Amatitlán.

“¡Ahí viene la maroma, ahí viene!”, gritaba Jacinto por las calles polvorientas de Amatitlán. Era la década de los 70´s, cuando en los pueblos de la mixteca decir maroma era un sinónimo de diversión. Al ritmo de una banda de viento, los maromeros eran la gran alegría del pueblo. Él se buscaba un buen lugar entre la multitud y bajo la luz de la luna, contemplaba las acrobacias de aquellos payasos de pueblo que también cantaban, actuaban y en el acto final, retaban a la muerte.

II

En Huajuapan vive otro conocedor de la maroma… él recuerda que fue una noche de desvelo. Las risas, la música, el clamor de la gente despertó su curiosidad y se olvidó del sueño. El niño salió de su casa a media noche. En la calle, una decena de hombres vestidos con telas multicolores bailaban, cantaban y recitaban versos. La banda de viento estremecía el ambiente. La multitud aplaudía y miraba expectante a esos hombres que tenían el rostro teñido de blanco. De pronto, uno de aquellos personajes escaló sobre un conjunto de troncos suspendidos a diez metros de altura, se sujetó los pies con un lienzo y se dejó caer temerariamente de cabeza. Los pobladores estallaron en júbilo; suspiros y aplausos inundaron el lugar. Así fue cuando Neftalí, un niño de ocho años, contempló por vez primera el espectáculo atávico de los maromeros.

Hoy Neftalí Gonzalez Huerta tiene 60 años, es cirujano dentista por la UNAM y sigue recordando aquel año mágico de 1959 gracias a los maromeros. – “No se podía celebrar la feria del pueblo sin ellos, eran el principal espectáculo. Antes no existían juegos pirotécnicos, no se organizaban grandes bailes ni jaripeos”. – Dice, mientras cierra los párpados en señal de recuerdo. Es cierto, en los años cincuenta el estruendo de los juegos mecánicos y la pirotecnia aún no invadía la región. Los aplausos y la fama se la llevaba La Compañía Campesina (mejor conocidos como maromeros, un grupo de 6 a 12 hombres), quienes suspendidos a grandes alturas sobre quiotes (madero que produce el maguey) y cuerdas, recorrían los pueblos, pregonando el encanto de una colorida tradición.

III

Desde la sala de espera de su consultorio, Neftalí suspira, recordando a los maromeros. Se queda sorprendido, porque son pocas las veces que se le pregunta aquello. Él conoce a la mayoría de maromeros que habitan en los poblados cercanos, y no es de extrañarse que al igual que Jacinto Angón, quien viaja por un camino de terracería para entrar a San Miguel Amatitlán, conozca a la gran leyenda. Ambos oaxaqueños siguen recordando una tradición de su tierra que actualmente ha perdido difusión, pero nuca el encanto.

La Nissan roja de Jacinto se aproxima tambaleante, él se persigna y da gracias por el primer viaje del día mientras penetra en el pueblo. Se le pregunta sobre un tal Erasmo Jiménez… quita la vista del camino, fija sus ojos en el retrovisor y pregunta: “¿No será un payasito?”.

La leyenda tiene un hogar y una historia

I

En este pueblo, de montes reverdecidos y cielo impoluto, todos se conocen. Y cuando se trata de un maromero sólo hay un lugar a dónde ir: la calle Emiliano Zapata. Jacinto, el chofer, tuvo la gran fortuna de ver el acto del maromero más famoso e intrépido cuando la vejez aún no golpeaba su cuerpo. También pudo ver cómo la maroma se convirtió en una herencia dentro de la familia Jiménez Fernández.

Alfonso Jiménez, uno de los cuatro hijos de don Erasmo y el único que siguió a su padre en la tradición de la maroma, no está en casa, ha ido a Mariscala (un poblado al sur de Amatitlán, a una hora de distancia en auto), para: “cobrar un dinerito que le mandaron del norte”, dice Victorina Fernández, su madre. “Pero pase, pase, está en su casa”, dice la mujer, y su mirada expresa una nostálgica belleza. Da media vuelta, su cabellera teñida de blanco se balancea sobre sus hombros y abre la puerta de su hogar, hecha de lámina y yute (soga hecha de fibra). Se posa frente a un anciano que mira hacia el cielo como buscando respuestas y dice: “Éste es mi marido”.

II

El hombre no logra recordar. Las huellas del tiempo se reflejan en su mirada nublada. El hombre no comprende. Trata de hilvanar palabras que no salen de su boca. Hurga en su memoria para encontrar un pedazo de recuerdo. Su esposa Victorina le muestra un atuendo. Repentinamente, Erasmo Jiménez responde, la neblina se extingue de su rostro y parece un niño de 87 años con deseos de vivir. “! Ese es mío, es mío!”, dice el hombre, con una voz de infantil lamento. La prenda se llama huácaro, es de una sola pieza, tiene un cierre que va del cuello a la cintura y es de color morado con amarillo; el hombre lo sujeta fuertemente con sus manos de campesino, como si tuviera miedo de que al soltarlo su vida cayera con él. Ahora Erasmo recuerda. Aquel es su atuendo, durante seis décadas fue un maromero, un payaso de pueblo. Las risas y los aplausos de la gente aún se estremecen en su mente.

III

Don Erasmo, sentado sobre la cisterna, escucha la voz de una niña. Es Rosario, su nieta, hija de Alfonso. “Abuelito, abuelito”. Los pasos cansados de un hombre que rebasa la octava década se dibujan sobre el piso lodoso. Victorina tiene las manos envueltas en espuma de jabón. Sonríe, dice que estaba lavando, que su esposo ya no oye, que está muy grande y se enferma muy seguido, que don Erasmo aún lleva la maroma en el corazón.

Viven en una casa de dos cuartos rodeada por tabiques apilados. No alcanzó para construir la barda. En el patio corren dos pollitos detrás de su mamá, un guajolote y una marrana que está preñada; estos animales son lo único que tiene la pareja de ancianos. “Mi hijo Alfonso ahora es el maromero, mi esposo a veces lo acompaña pero el cuerpo ya no le responde. Es un necio, hace un mes se fueron a San Marcos y regresó enfermo de la garganta, ya está muy viejito, todo le hace daño”. Don Erasmo escucha las palabras de su esposa, sabe que aquello es cierto, pero él sigue sosteniendo su huácaro y pensando en el pasado.

Victorina conoció a Erasmo cuando ella tenía 18 años y él 23. En ese entonces no sintió temor por compartir su vida con un acróbata del cielo. Ella improvisaba bailes al ritmo de la música mientras él se colgaba de manera intrépida. Después llegaron los hijos. Doña Victorina le puso un hasta aquí a don Erasmo: “No, no, no, ya no vuelvo a ir contigo. Si no tuviéramos hijos pues sí, pero ya son dos niñitos. Tampoco quiero que te arriesgues tanto, te entregas a la cuerda como si lo fuera todo. ¿Pero te imaginas si te pasa algo? Me quedaría yo sola con mis hijos”. Victorina acepta que le daba terror ver a su esposo colgado de esos palos, sabiendo que en cualquier momento podría caer, dejando sin padre a sus hijos.

A don Erasmo las palabras se le escurrían, estaba encantado con su oficio, le decía a su esposa que no se preocupara, que nada le iba a pasar. A doña Victorina no le quedó de otra que admitir lo que era su esposo: el mejor maromero de la región. Aceptó vivir con un honesto payaso de pueblo que la besaba y le dejaba pintada de blanco la cara. Don Erasmo llegaba al otro día después de una función con rastros de maquillaje blanco y un dinerito extra en el bolsillo.

El costo de la pasión

Un campesino en Amatitlán gana de $200 a $400 pesos a la semana, dependiendo de la temporada y del clima. Los albañiles suelen ganar bien, pero consumen la mayoría de sus ganancias en alcohol, dice Esmeralda Durán, dueña de una tienda que está enfrente del edificio municipal. Por ello los jóvenes optan por el sueño americano. Pocos son los que regresan, entre los afortunados están los dos hijos de Esmeralda. “Pasar al otro lado está cada vez más difícil, lo bueno es que mis hijos no se olvidaron de su madre… y de su pueblo”. Pero regresarán a Los Ángeles en octubre, después de la feria de San Miguel.

En este contexto, la maroma está en peligro de desaparecer. Ser payaso de pueblo no es nada redituable. Rara vez son contratados para una fiesta y la mayoría de las veces tienen que viajar a otros poblados. Victorina dice que a su esposo y a su hijo le pagan $2,000 pesos cuando salen a otro pueblo, pero con eso tienen que cubrir el transporte para 6 hombres y lo que cobre la banda de viento. Las ganancias se reducen a $200 pesos por persona, en un día de trabajo que les puede costar la vida. Victorina gasta el dinero en “un kilito de frijol, de maíz y un pedacito de carne. Antes con un real, que eran pocos pesos, compraba carne para una semana, hoy con cincuenta pesos a uno no le alcanza ni para dos días”. Victorina, a sus 82 años, tiene que racionar la comida, mientras su esposo lo da todo por su pasión a la maroma. Ella debe esperar que la poca milpa que sembró en un terreno que le prestó su cuñada, florezca, y que la marrana dé a luz para pensar en una comida que al menos les sacie a medias el estómago.

Por esto, al ser campesinos mixtecos y ocasionalmente maromeros, la familia Jiménez Fernández no vive: sobrevive. Pero la maroma es el aliciente para que Alfonso Jiménez y su anciano padre sigan respirando. Ambos comparten el amor por esta tradición que, según Guillermo Círigo Villagómez, jefe de la Unidad Regional de Culturas Populares de Huajuapan, es considerada patrimonio nacional por la UNESCO.

La maroma data de la época de la Colonia. Hoy su significado cultural es insondable; según la historiadora María de los Ángeles Ojeda, en el código Vindobonensis (escrito en mixteco), existen pictografías que muestran: “a un acróbata que se encuentra dentro de una plaza ceremonial rodeado de cuentas azules y de un gran mosaico redondo de turquesa, lo que califica a esta representación de sagrada”. Actualmente, los acróbatas son presos de los salarios y viven asfixiados por la pobreza. A pesar de que practican una tradición milenaria, Erasmo y su hijo se siguen debatiendo la vida para llevar algo de comida al hogar.

El anciano, sentado en la cisterna, ve a su esposa, baja la mirada y dice: “Yo era maromero, trabajaba en las alturas, pero hoy ya no puedo. Hoy le toca a él”, se refiere a su hijo, el único de los cuatro que convirtió a esta tradición en su forma de vida. Sobre los hombros de Alfonso recae la responsabilidad de mantener viva la maroma.

Herencia y nada más

Son las tres de la tarde, un cúmulo de nubes grises se posan sobre Amatitlán, el viento mece la hierba y la lluvia comienza a percibirse a lo lejos. Alfonso Jiménez Fernández se baja de una camioneta Nissan azul que Jairo, su hijo, trajo del norte. El maromero está en casa. A los 22 años, en gran parte por la necesidad, fue que la maroma entró de lleno en su vida.

Su padre Erasmo le enseñó a maquillarse con la ceniza de la leña, le lastimaba los ojos pero no había de otra. Le enseñó también unos versos que siempre ha recordado: “La ra lai ra ra ra la rai la ra ra ra… Ya poco a poquito, ya poco a poquito yo les diré la verdad. Ya poco a poquito ninguno se me escapará. A cierta joven yo amé con el son de que la quería. Con placer y alegría todo mi amor le entregué. A los pocos días le noté que ella tenía otro amorcito. Yo me quedé tristecito. ¡Después que la voy mirando, que con otro le andaba pegando! Ya poco a poquito ninguno se me escapará…”.

Cuando Alfonso canta se percibe la magia y la dulzura de un niño a los diez años. La maroma es su vida, un rito ancestral que su padre le heredó. Don Erasmo no sabe escribir ni leer por ello comienza a olvidar los versos, pero Alfonso los ha rescatado de las garras del olvido.

Pancho González, un maromero de Tacache de Mina (poblado mixteco que se encuentra a 40 min. de Amatitlán), también fue maestro de Alfonso. Era conocido como Pancholín. Sus cánticos se dejaron de oír por la región cuando una tarde de abril cayó del trapecio, sus familiares hicieron todo lo posible por salvarle la vida, pidieron dinero prestado y lo llevaron a la capital. Pero era demasiado tarde, el cuerpo de Pancholín no resistió. Alfonso era muy joven pero con la muerte de su maestro comprendió que la maroma no era ningún juego.

Al igual que don Erasmo, Alfonso inculcó a Pepe, el único de sus hijos que hasta hoy en día lo acompaña a la maroma. Pepe titubea, mira de un lado a otro, busca algo que no encuentra, y es que los habitantes de estos poblados son tan humildes y sinceros que los vuelve sumamente expresivos, cada facción es una acuarela de sentimientos entrelazados. Toma valor y por fin dice con orgullo: “Pocos saben lo que realmente es la maroma. Sí es un espectáculo, hay risas y aplausos pero pocos conocen lo que hay detrás; el sacrificio, la necesidad, el riesgo de perder la vida…” Pepe ya no es ningún niño, también tiene esposa y dos hijas. Es el sustento de la familia y debe de buscar un empleo alterno a la agricultura. La maroma llegó a él más que por amor, por necesidad.

La tradición no se ha perdido. Los ojos de Pepe, Alfonso, Erasmo y su Esposa Victorina lo demuestran. Insisten, reclaman atención de las autoridades. Sus pupilas se abren de entre las arrugas, las vencen, triunfan en ese amor por lo que algún día sus antepasados mixtecos consideraron una ceremonia, un rito, un arte que hoy, en esta actualidad distorsionada, aún palpita en sus miradas.

San Miguel Amatitlán parace revivir. Cae la lluvia. Los niños corren por la pequeña plaza, correteando a las gallinas y los perros. Esa es su vida, crecer para ser campesino o mojado en Estados Unidos, pero nunca, ser maromeros.

Los rayos rasgan el cielo de Amatitlán. Los pobladores son felices cuando ven llover, porque es un augurio de buenas cosechas. La sinuosa carretera esconde secretos que invitan al visitante a explorar. Misterios que son patrimonio de todo mexicano, que aún palpitan después de siglos. Don Erasmo se frota las gruesas manos. Los aplausos de la gente aún retumban en su mente, que ya no deja de recordar. “Si queremos conservar esto debemos de seguir con la tradición, que no se pierda, hacer que los jóvenes se interesen”, dice Alfonso. Su hijo Pepe lo mira y asiente, sabe que ahora le toca a él conservar viva la maroma…

“La ra rai, la rai la rai. Mañana me voy temprano… Sabe Dios si volveré… Otros aires me darán… y otras tierras… pisaré”. Sigue cantando Alfonso Jiménez, el maromero de Amatitlán, el hombre que decidió convertir un rito ancestral en su amante y su vida entera.



ENSAYO LITERARIO

Sangre y libertad
(Fugaz retrospectiva de la historia mexicana)


Por: Hugo Pacheco Méndez

Tierra fértil, tierra virgen colmada de vida. El sol implacable, cansancio, manos deslavadas por la injusticia. La Colonia, una mezcla de razas: criollos, mestizos, indios, esclavos y españoles. El viejo y el nuevo mundo eran uno mismo. Las raíces y el legado nacional sobrevivía en el campo. Era el cielo para algunos, el infierno para tantos.

Tres siglos de castigo para el indio. Una llama de coraje refulgía en las pupilas del campesino. En las minas de plata, el deseo de justicia y libertad se forjaba con cada golpe contra la fortaleza de las rocas. En el rostro del obrero, el hastío, el odio hacia el mal gobierno y la situación de su pueblo. Bajaba la mirada, veía sus pies desnudos teñidos de sangre, sus piernas cansadas cubiertas por un roído esparadrapo de manta, palpaba su tez polvorienta: sabor amargo en la boca, desesperanza. Pensaba en su mujer, explotada en las haciendas de ricos españoles, de violentos usurpadores. El futuro de sus hijos, un caótico y violento espejismo. Su vida estaba en manos del enemigo.

Los sembradíos mecidos por la cálida brisa y el cielo salpicado de nubes. El atardecer en La Colonia era de una tensa belleza: el galope de caballos por las sendas polvorientas, el perfume de azucenas y la espiga dorada retando al lánguido sol. La vida era bella en aquella época, pero no para los indos. Bajo este hermoso velo, la injusticia se burlaba de la sociedad. El español indomable, preso de la avaricia. A sus ojos, el pueblo era una masa apática y ridícula. El poder jamás cambiaría de manos, pensaban. Cómo fijar siquiera su mirada en esos pobres y frágiles pedazos de humano, con su tez canela, con sus manos como grietas en un desértico paisaje, con sus ojos negros e ignorantes. Pero el pueblo les haría ver todo lo contrario.

La Ilustración y sus ideales llegaron a oídos de criollos mexicanos. La Revolución Francesa y la Independencia Norteamericana alimentaron con el espíritu de libertad a los futuros héroes de la independencia. El poder español en México no se percataba que la espada de Damocles pendía sobre ellos. Los excesos, el maltrato a los desprotegidos y la corrupción continuaban su paso. En el mundo se sentía el vaho de la pólvora, el eco del estrépito sonido de fusiles, los gritos de terror: la guerra se percibía en el ambiente.

En Querétaro, la conspiración se fraguaba. Ya era tiempo de alzar la voz, de cambiar el destino. La lucha se respiraba en el ambiente, era inminente. El primero de octubre de 1810 era la fecha pactada, todo estaba listo, el pueblo afilaba los machetes y besaba la imagen de la Virgen María. Los libertadores: Miguel e Ignacio Allende, Juan Aldama, el corregidor Miguel Domínguez, su esposa y Miguel Antonio Hidalgo y Costilla Gallaga esperaban deseosos el gran día. Pero la insurrección fue descubierta. La quietud de las aguas fue estrepitosamente alterada. El tiempo pendiendo de un hilo, los sueños que se derrumbaban, toda la magia de la Ilustración se desplomaba. Era tiempo de actuar, actuar para triunfar

Madrugada del 16 de septiembre. El frío matinal que sucede a la noche despertaba a los habitantes de Dolores, Hidalgo. Día de tianguis en la plaza, los comerciantes comenzaban a desempolvar sus bancos y bendecir su venta. Hidalgo recibía el anuncio de Doña Josefa Ortiz de Domínguez, la conspiración había sido descubierta. El anunciante despertó con estrépito el apacible sueño del cura. No había otra salida más que matar gachupines. Recorrió presuroso las calles polvorientas gritando a los pobladores que el día de la insurrección había llegado. Con frenesí, subió los escalones de la iglesia municipal, llegó hasta el campanario y lo hizo cimbrar. La gente se aglutinaba para escuchar su arenga. Hidalgo tragaba aire y de sus pulmones nacían las palabras: “¡Abajo el mal gobierno!, ¡viva Fernando VII!". El inicio del movimiento estaba trazado en el aire con la voz del sacerdote. Era la pasión de Hidalgo.

Su ejército, integrado por campesinos y obreros en su mayoría, alcanzó una cifra descomunal. Con el tiempo, la actitud de los guerrilleros cambió de ser combativa a llevar a cabo actos de vandalismo. Hidalgo estaba preocupado ante tal situación y ordenó la retirada hasta que las cosas se calmaran. No llegaría tal día, el Padre de la Patria sería fusilado y degollado el 30 de julio de 1811. Hidalgo pasó de ser un simple cura desconocido a portar el emblema de héroe de la patria por siempre.

La consumación de la independencia llegó 11 años después, el 27 de septiembre de 1821. Se había firmado el Tratado de Córdoba, Iturbide tomaba el poder tras haber derrocado al régimen español. Pero él nunca sufrió las penurias de un campesino, nunca conoció el hambre, la sed de justicia, tampoco experimentó el verdadero martirio de un obrero al ver a su familia desfallecida. Por ello durante su imperio, se encargó de disfrutar los jugos de la victoria y el lujo. La sociedad quedó olvidada. Retornó a la bruma que vivió antes de Hidalgo.

Llegaría al poder Antonio López de Santa Anna en 1833, con su gobierno claroscuro, con pésimas decisiones que le costaron al país la mitad de su territorio. Fue un nuevo fallido imperio. La Constitución de 1824 estaba vigente pero la sociedad ya devastada por la independencia, se vio aún más menguada por la intervención francesa, la causa, decisiones equívocas del presidente Santa Anna.

El Porfiriato, etapa de la industrialización y la modernidad mexicana. Era un velo de dos caras. La corrupción fue una constante del poder ejecutivo. La Revolución se dio por el hastío del pueblo. Después de un siglo pedía a gritos un cambio, un cambio real y palpable. La figura de Pancho Villa y Zapata se enalteció. Los héroes son denominados así por ser grandes salvadores del pueblo pero como los malos gobernantes, tienen un fin, muchas veces fatídico y un periodo breve de victoria. Así se fueron los héroes de la Revolución. Esa imagen de Villa y Zapata sentados en la silla presidencial sin saber qué hacer es irónica. Tanta lucha, tanta sangre, tanta angustia derrochada sin razón. La fuerza no lo es todo. Un buen gobernante sabe luchar y gobernar. Lamentablemente en 1910 no fue el caso.

Siglo XXI, año 2012, candidatos presidenciales que emanan ignorancia. Las televisoras, dueñas del poder, de la opinión pública y de las mentes de los mexicanos. Bombardeo de información. Declaración, tras declaración de diputados, senadores, gobernadores, etc., en los medios. Nadie le pide su opinión a un obrero que trabaja doce horas y que duerme cuatro; a una madre cuyo esposo la ha golpeado y dejado con tres hijos; a una mujer violada en plena luz del día por policías; a un niño que transporta paquetes misteriosos por las calles. Nadie fija su pensamiento hacia la realidad en que se vive. La población se droga con las redes sociales mientras nos degradamos lentamente como sociedad. Luchamos contra un fantasma. Contra un monstruo que hemos creado, que la historia se ha encargado de forjar.

El pasado retumba en cada ínfimo hueco de la República Mexicana. Al parecer, poco ha cambiado La evolución ha sido natural. El supuesto avance también. Somos una sociedad distinta, no por tener un mejor gobierno, sino por las enseñanzas del tiempo, que en realidad no hemos sabido aprender.

Desempleo. Inseguridad. Racismo. Pobreza. Enfermedad. Injusticia. Corrupción. El llanto de la patria es el llanto de hace dos siglos.

Los bosques han sido talados. Los campos están repletos de milpas muertas, la espiga dorada ya no contempla al viejo sol, el canto del gallo se percibe a toda hora. La tierra es árida. No es culpa del campesino que se desvive por su siembra, es culpa del Estado. El ambiente mexicano expresa una trágica belleza. ¿Una sublime pintura?

Muerte: delincuencia enferma que no conoce los límites de la razón, narcoguerra inútil, suicidio, desesperanza, sangre por doquier. Pobreza: las calles del centro capitalino colmadas de campesinos sin empleo, que tartamudean el español, que buscan restos comestibles en la basura, que son almas en pena del pasado; la infancia mexicana pidiendo alimento en los vagones del metro, rezando por una respuesta. Injusticia: Dos mujeres indígenas encarceladas por cuatro años sin razón, un diputado ganando 150 mil pesos al mes, un campesino que recibe 50 pesos al mes de ayuda, estudiantes sin empleo, narcotraficantes millonarios. Racismo: Ley Arizona.

En el pasado nuestros héroes derramaron sangre a cambio de libertad, pero en 2012 se vive una injusta libertad. Una libertad presa, una libertad sofocada, una libertad esclava de sí misma. Porque es la libertad mexicana. ¡México! Gritan por las calles ¡México! Repiten niños y ancianos. ¡México! Aclama el presidente. ¡México, que viva México! Sí, que viva México y que muera en vida lentamente.


ARTÍCULO DE OPINIÓN


Los capos y la muerte, una comedia mexicana

Por: Hugo Pacheco Méndez

El jefe de jefes, Arturo Beltrán Leyva, reposa en el campo santo bajo un mausoleo de lujo, ésta es su primera asunción desde el inframundo y las cosas entre seguridad y narcotráfico, parecieran no variar. Su muerte alimentó a la violencia, encubó a la venganza y rodaron cabezas; la primera, colocada en su tumba a un mes de haber fallecido. La lucha por el territorio continúa y los ríos de sangre no han cesado de fluir. Pero es un circo, un cruel espectáculo. El pueblo toma asiento, se acomoda y se dispone a contemplar el gran teatro entre narcos y políticos, que es lo único gratis en este país.

El 30 de agosto (de 2010), fue detenido Edgar Valdez Villareal, uno de los pilares de la organización delictiva de los Beltrán Leyva. Un día después era presentado ante los medios, en su rostro se dibujaba una cínica sonrisa, se le veía tranquilo, su respiración calmada, casi posaba para la fotografía, como toda una Barbie. Sabía que era cuestión de tiempo, lo tomó como un periodo para descansar y librarse un poco del peligro exterior, a fin de cuentas, la corrupción estaba de su lado. Desde el cielo, Arturo Beltrán le daba su bendición, o tal vez lo condenaba por no haberlo apoyado aquel día de diciembre, cuando rodeado por la marina y el ejército se entregaba al dulce sabor del plomo; sólo pocos conocen la verdad.

Entre ellos, Sergio Villarreal, El Grande, quien fuera el colega de La Barbie en los tiempos dorados del clan, cuando todo era miel sobre hojuelas, juntos se ganaron la confianza del buen Barbas (Arturo Beltrán Leyva), pero en los planes de La Barbie no encajaba su antiguo amigo; la guerra por el territorio comenzaba, y no se detuvo hasta que la heroica Policía Federal capturó primero a La Barbie y después a su ahora contrincante Sergio Villarreal el 12 de septiembre. Hoy éste pide clemencia a cambio de abrir la boca, sabe que su muerte puede estar cercana, pero prefiere llevarse a unos cuantos por delante, sabe que es un chivato que puede condenar a un capo, a un narco, a un policía y a un político. No sonríe como La Barbie, aún no sabe que el sistema no es tan rígido, que a pesar de que hable, el Estado inculpará a un inocente, o la sentencia será risible; aún desconoce algunas leyes mexicanas.

Durante la última semana de octubre, el estado de Guerrero se tiñó de miedo y de sangre. En las calles el olor a cadáver era abundante, las autoridades en una fuga imprecisa declaraban seguir investigando, seguir ahuyentando la mala racha, que desarmaba su cuartada con el narco. Todo podría ser tan normal; matar, vender, comprar, mentir, ser ¿Felices?

La victoria de un capo es efímera, puede sentir el aroma de la libertad, la piel de hermosas mujeres, esnifar el júbilo del dinero (que a fin de cuentas es papel pintado), pero su felicidad se convierte en una incógnita. Asesinan, descuartizan, secuestran, roban, viven y mueren por un ideal, ser dueños de un pedazo de tierra, de un nombre, cuando ven su rostro reflejado en el aparato receptor, sonríen, posan y suspiran; esperan. Es un círculo perfecto. Un policía estira la mano, palpa un gran fajo y sueña; un capo hace un gran traslado de droga, deja morir a diez o quince empleados pero el fin justifica sus medios; un alto mando político recibe otro gran fajo, consume el producto, domina a las masas, sonríe, saluda, y lucha por el voto como un perro. Todo conlleva a un mismo fin, la muerte, pero no es lo mismo descansar enterito, que en partes. No es corrupción, no es inseguridad ni pobreza la palabra indicada, simplemente es Injusticia, simplemente es el Sueño Mexicano.


ARTÍCULO DE FONDO


De pesos, de miles y… golpes

Por: Hugo Pacheco Méndez

Tenía cinco años, mi madre enfrente del televisor, maldiciendo a un señor de traje, con la bandera mexicana adherida al torso. Yo sostenía un billete de diez pesos en la mano, era domingo, para mí esa cantidad era una fortuna. Mi mamá estrujaba entre sus manos un pequeño fajo de billetes, lanzaba una que otra grosería, se sentaba, resignada, y cambiaba de frecuencia, el Canal de las Estrellas era siempre la solución tras una mala jornada. Hoy, doce años después, la historia es similar, hoy sé que aquellos disgustos y maldiciones enfrente del televisor se debían a un problema con el que México nació y posiblemente va a morir, la injusticia. La injusta repartición de bienes es en nuestro país una constante.

Ayer por primera vez en el sexenio de Felipe Calderón, se dio un incremento significativo del presupuesto dirigido a las comunicaciones, la educación y el campo. La información dice que se castigó el ramo de seguridad para 2011, sí, claro, lo hirieron de muerte para salvaguardar a la valiosa educación mexicana, a esa mártir; y hoy, después de cuatro años, se le tuvo un poco de lástima a la espiga destrozada por el sol, al amante de los revolucionarios: la tierra. Los recursos asignados a la educación ascienden a los 230 mil 360 millones de pesos, las comunicaciones se llevan 85 mil 392 millones y el campo 73 mil 896 millones. La cotidianidad ha hecho que la repartición de la riqueza se nos haga tan común, que pasa frente a nosotros y ya no pestañeamos, ni siquiera nos sorprende, simplemente suspiramos. Es el pan de cada día, a lo que nosotros respondemos con una cálida resignación.

A los nueve años la curiosidad me llevó a preguntarle a mi madre cuánto ganaba, comencé con ella y repasé todos los oficios, hasta llegar al máximo poder de todo país, a ese puesto que los padres les aconsejan a sus hijos ser algún día de grandes; el presidente de la república. La cifra era incalculable, por ello mi madre finalizó la plática con un “¡Más hijo, más que ningún otro, ese pinche Zedillo cara de grillo gana más en un día de lo que tu pobre mamá en un año!”.

Un diputado gana aproximadamente 120 mil pesos al mes, un senador mínimamente 90 mil, mientras que un empleado cualquiera, o una enfermera como mi madre, no rebasa los 9 mil pesos y trabaja durante más horas. Pero hay buenas noticias también, en 2007 la Ley de salario máximo estableció que ningún funcionario público podría ganar más que el presidente, es decir, únicamente menos de 163 mil pesos al mes. Bastante alentador. Y se piensa en que México está progresando, con salarios como esos el progreso es sólo de unos cuantos, mientras como asiáticos perdidos, el pueblo se pregunta ¿por qué? La injusta razón es que es tierra azteca.