foto: cuarto oscuro
México, primer lugar mundial en obesidad infantil, se debate el futuro de la normatividad alimenticia y deportiva en escuelas primarias. La enfermedad pareciera ser demasiado astuta para el gobierno mexicano. Los padres de familia admiten que es difícil cambiar de una día para otro sus pobres hábitos alimenticios. La infancia mexicana se encuentra al borde de la enfermedad, pero se dedica a seguir soñando. Una guerra por la opción más viable comienza.
Por Hugo Pacheco Méndez
A los 8 años, la alegría es evidente; la salud en el futuro, una gran incógnita. Las risas infantiles que se te pegan al recuerdo. La fiesta del color, del sabor a caramelo y los sueños que parecieran flotar en el ambiente. Los alumnos de la escuela primaria Carlos B. Muguia en la colonia San Juan de Aragón, salen al recreo. Es esa media hora de la diversión; que los niños esperan desde que suena la campana que los llama a comenzar el día. Momento de compartir chistes, risas, juegos y también, comida; abundante comida, pero dulce y poco nutritiva. La imagen de niños corriendo y jugando futbol es cada vez más escasa. Ahora, los quicios de las banquetas dentro de las primarias, son colmados de estudiantes que se dedican básicamente a compartir sus alimentos. México ocupa el primer lugar en sobrepeso infantil, en 2010, son cuatro millones y medio los niños que padecen obesidad. “¿A ver a qué sabe?”, dice Rubén, de 8 años de edad a su amigo Gerardo. Comparten un hot dog y frituras que degluten felizmente con refresco sabor Cola. Los pómulos regordetes y ruborizados de Rubén se contraen con el primer bocado, ríe, se burla de la vida, como cualquier niño de su edad; es feliz.
Son cinco los amigos, tres de ellos, como sus mamás lo indican con ternura, “están un poquito gorditos”. Pero no debiera ser cuestión de risa, ya que según las palabras del presidente Felipe Calderón a inicios de año, “el 90% de los casos de diabetes tipo 2, que hoy es la primera causa de muerte en el país, son atribuibles al sobrepeso y a la obesidad”. El patio de la escuela se colma de risas que hoy ya no son provocadas por el ir y venir de un balón; el avioncito pareciera haberse extinguido; la cuerda cuelga de una rama del árbol más frondoso de la escuela, desteñida. Pareciera nada, pero aquellos juegos, al menos hacían surgir la transpiración inminente que provoca la diversión infantil. “Pásala, pásala”, grita Manuel a su amigo Guillermo, son unos de los escasos niños que aprovechan el pequeño patio para correr tras de un balón desinflado. Otros tres pequeños patean un balón de Volley Ball, uno de ellos se aferra con coraje a una torta de tamal que flota en el aire como péndulo. Mientras, las madres preocupadas por la alimentación de sus hijos, esperan en la entrada de la escuela con topers y termos. “Prefiero gastar una hora de mi tiempo a que mi hijo tenga que comprar la comida tan fea que venden dentro de la escuela”, asegura doña Martha. “Según que ya salió la ley que regula la venta de comida chatarra en las escuelas pero aquí y en muchas otras primarias, sigue igual” arguye otra ama de casa.
Son cinco los amigos, tres de ellos, como sus mamás lo indican con ternura, “están un poquito gorditos”. Pero no debiera ser cuestión de risa, ya que según las palabras del presidente Felipe Calderón a inicios de año, “el 90% de los casos de diabetes tipo 2, que hoy es la primera causa de muerte en el país, son atribuibles al sobrepeso y a la obesidad”. El patio de la escuela se colma de risas que hoy ya no son provocadas por el ir y venir de un balón; el avioncito pareciera haberse extinguido; la cuerda cuelga de una rama del árbol más frondoso de la escuela, desteñida. Pareciera nada, pero aquellos juegos, al menos hacían surgir la transpiración inminente que provoca la diversión infantil. “Pásala, pásala”, grita Manuel a su amigo Guillermo, son unos de los escasos niños que aprovechan el pequeño patio para correr tras de un balón desinflado. Otros tres pequeños patean un balón de Volley Ball, uno de ellos se aferra con coraje a una torta de tamal que flota en el aire como péndulo. Mientras, las madres preocupadas por la alimentación de sus hijos, esperan en la entrada de la escuela con topers y termos. “Prefiero gastar una hora de mi tiempo a que mi hijo tenga que comprar la comida tan fea que venden dentro de la escuela”, asegura doña Martha. “Según que ya salió la ley que regula la venta de comida chatarra en las escuelas pero aquí y en muchas otras primarias, sigue igual” arguye otra ama de casa.
Son pocos los padres que se preocupan por la salud de sus hijos, por los alimentos que ingieren. La causa de la obesidad infantil en México, no nace únicamente en la escuela, sino que comienza desde el hogar. Los malos hábitos son copiados de padres a hijos. La hora de la comida hoy no se concibe sin un refresco de hasta tres litros y alimentos con altos niveles calóricos y en los que predomina el colesterol. No hay nada como un primer bocado que nos llene la boca de aceite. Todo pareciera transcurrir con normalidad, pero el tiempo se ha encargado de cobrarnos la cuenta a grandes precios. Ahora el problema de la obesidad afecta principalmente a los niños, al futuro de México, hoy luchan ya no tanto por jugar y divertirse, sino por siquiera respirar.
El pasado 4 de abril, el gobierno mexicano advirtió que la ingesta de bebidas calóricas, en especial las azucaradas —como algunos refrescos— aumenta el riesgo de generar obesidad y diabetes entre la población que consume con regularidad estos productos. Los mexicanos han forjado con el paso del tiempo un hábito mortal; la ingesta desmedida de este tipo de bebidas, no sólo en la comida, sino a toda hora es ya una costumbre. Un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) destaca que en México, 21% del consumo energético total de los adolescentes y adultos proviene de estas bebidas y que la ingesta promedio de los mexicanos “es poco saludable”. El ejemplo que se le da a la población infantil repercute directamente en su salud. A esa edad, cuando su mente es una esponja absorbente de ideas, los niños piensan que el tomar refresco a diario es común, no conocen el riesgo que en su vida adulta o en la adolescencia les puede acarrear. El peligro no se limita al exceso de peso o a la apariencia física sino que daña al aparato digestivo, circulatorio y excretor de forma permanente. El daño puede ser irreversible y en casos severos, causar la muerte.
El INSP indica en el documento que un grupo de expertos propone una clasificación de las bebidas, asignándoles una escala con base en su contenido energético y valor nutritivo, así como sus beneficios y riesgos para la salud. Coloca en el nivel 1 al agua potable, pues dice que es la elección más saludable y la bebida preferida para satisfacer las necesidades diarias de líquidos, ya que no tiene efectos adversos cuando se consume en los intervalos adecuados. En el nivel 2 ubica a la leche semi y descremada, y bebidas de soya sin azúcar adicionada. Subraya que éstas tienen elevadas cantidades de energía, por lo que recomienda hasta dos tazas al día. En el nivel 3 coloca a las infusiones y al café. En el nivel 4 están las bebidas no calóricas con edulcorantes artificiales (refrescos de dieta, aguas con vitamina, bebidas energizantes y otras “dietéticas” a base de café o té se prefieren a las endulzadas con calorías, ya que proveen agua y sabor dulce, pero sin aporte de energía. “No se recomienda su consumo en preescolares y escolares”, apunta el estudio del INSP (Fuente: El Universal). Esto último por el grave daño que puede representar para los niños, son los más susceptibles a tener un exceso en este tipo de bebidas, por su edad e inquietud; por el amor a lo dulce que en esa edad se tiene.
El 7 de abril, José Ángel Córdova Villalobos, secretario de Salud, consideró la posibilidad de imponer impuestos a la industria refresquera para disminuir el consumo, debido a que el refresco es un factor importante en el aumento de la obesidad entre los mexicanos. Dijo que la meta para 2012 es revertir la obesidad y el sobrepeso en niños de 2 a 5 años; detener el aumento de casos en menores de 5 a 19 años, y desacelerar la incidencia en adultos.
Córdova Villalobos afirmó que la obesidad afecta a 70% de la población, y que 26% son infantes de entre 5 y 12 años. Pero las calles, los hogares y las escuelas siguen infestadas de envases vacíos del líquido. El mexicano ha arraigado con el tiempo este rito del refresco y la comida. Es imposible que en pocas semanas quede erradicado. Mientras, la infancia continúa resistiendo los embates, con alegría claro, pero en un futuro, las consecuencias pudieran ser fatales. Tras las fuertes declaraciones de Córdoba Villalobos, al día siguiente, diputados federales votaron en el pleno, reformas a la Ley General de Salud para que sea obligatorio en las escuelas del país “practicar 30 minutos diarios de ejercicio físico para prevenir padecimientos de sobrepeso y obesidad, que ponen en peligro la salud física y mental de los menores”. Tal dictamen, que llegó con consenso de los partidos, otorga facultades a las autoridades de salud y de educación para prohibir la comida chatarra en los planteles escolares, además de que las instruye a promover una dieta baja en alimentos grasos y azúcares. Tal reforma, fue la primera medida de fondo que aprobó el Congreso para combatir el sobrepeso y la obesidad.
La reforma era un hecho pero la normatividad se tambaleaba. ¿Cómo dar de un día para otro 30 minutos de educación física a los niños durante cinco días? Surgía, en primer lugar, el grave problema que las instalaciones educativas carecían de un espacio asignado a fines exclusivamente deportivos. Una gran mayoría de instituciones no contaban con un patio de recreación y a lo más que llegaban era a un salón de usos múltiples. Esto se vio representado en el Diagnóstico de Infraestructura de la Secretaría de Educación Pública, realizado en 2009, el cual concluyó que de 184 mil 602 escuelas incluidas en el estudio, 142 mil 981 no contaban con canchas y 142 mil 243 no tenían patio de usos múltiples (Fuente: Notimex). De las escuelas que sí tienen canchas deportivas, 7 mil están en malas condiciones.
Pleno siglo XXI y tanto el gobierno como la SEP han sido incapaces de construir escuelas o datar a las ya existentes de espacios mínimos de recreación. La distracción y la convivencia, más aún a esa edad, para los niños, es necesaria. Sueñan con salir al recreo, que aquella campana que escucharon por primera vez a las ocho de la mañana, vuelva a repiquetear. No les importa tanto lo que puedan hacer durante ese tiempo. Jugar, comer, recostarse sobre el pasto, charlar, comentar una caricatura, hacer deporte; lo que piden con gran entusiasmo son esos 30 minutos de libertad. En este caso, la oportunidad de reformar el hábito deportivo y alimenticio en las escuelas primarias es trabajo tanto de los padres de familia como del Estado, creando leyes y reformas que en realidad cumplan su cometido, mas no una serie de puntos que resultan en primera instancia, difíciles de llevar a cabo, esto porque no se parte de las graves carencias que tiene el nivel educativo en México, de las de las deficiencias en este rubro.
Para el viernes nueve de abril, Alonso Lujambio, titular de la Secretaría de Educación Pública, declaraba que la reforma era inexacta, que 30 minutos al día era una idea irreal, ya que “Si la jornada educativa dura 4 horas con 30 minutos, se requeriría de cambios a los programas para dar lugar a media hora de ejercicio”. Algo real, sería necesario reformar el plan de estudios. Pero si según la prueba Enlace que se les aplica año con año a los niños para conocer su nivel educativo, y que se evalúa principalmente a sus maestros, está por los suelos, y el sobrepeso ha mermado los pequeños cuerpos de miles de estudiantes; la iniciativa no está tan lejana de la realidad y del éxito. Pero la propuesta de Lujambio fue un intento inútil de sacar la cara por sus niños mexicanos. Planteó que el tiempo dedicado al ejercicio se divida en bloques de 10 minutos a lo largo de toda la jornada en que los niños están en la escuela. Algo aún más difícil de cumplir para los alumnos y para los maestros. La distracción sería demasiada, el desorden se volvería un caos. Con cinco bloques de diez minutos para divertirse, los niños olvidarían por completo sus labores académicas. La propuesta de Lujambio resultó absurda e incluso risible. Un secretario de Educación que se esmere en crear el desorden dentro del aula de clases y que los niños no tengan un ritmo de clases equilibrado con el deporte, no merece ese título. Si el mismo encargado de la educación nacional, lanza propuestas tan ilusorias y perjudiciales, entonces ¿quién tendrá la respuesta?
Los planes se unen. La utopía mexicana surge de nuevo
La cita fue en las instalaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP). El sábado 10 de abril, los titulares de las secretarías de Salud, José Ángel Córdova, y de Educación Pública, Alonso Lujambio, reiteraron “el compromiso absoluto” para que antes del inicio del ciclo escolar 2010-2011 sean emitidos los lineamientos generales para el expendio y distribución de alimentos y bebidas en las tiendas de los planteles de educación básica de todo el país. Transcurrió como una charla común, de cajón. Los planteamientos y las declaraciones; las mismas. México necesita una reforma bien estructurada a nivel de salud y educación enfocada a los estudiantes de primaria; y la requiere pronto. La enfermedad se esparce, no discrimina, y la infancia es la siguiente víctima.
El Gobierno quisiera crear reformas que dieran fruto en cuestión de semanas e incluso días, pero es un proceso lento. Después de “mejorar” la ley esperan que se desarrolle por sí misma. Pero son muchos los factores que intervienen en el proceso. Los padres de familia y la alimentación en casa; la preparación de los maestros de educación física para llevar a cabo su papel; el futuro de los puestos informales, de las personas dedicadas a ver a diario los rostros de niños que se acercan con una gran sonrisa a comprar sus antojitos. Es una estructura difícil de cambiar. Miguel Ángel Córdoba, declaró ante los medios, después de que se le informara que la mayoría de escuelas públicas del país no contaban con un espacio para actividades deportivas, que “el ejercicio lo pueden hacer dentro del aula”. El ciudadano ya no sabe si reír o llorar. Si el secretario de Salud piensa que es saludable, siquiera posible, que el alumno realice sentadillas, abdominales y lagartijas; que sude dentro de un aula en donde apenas si alcanzan las bancas y la mesa del profesor, que carece de ventilación, y que reinicie sus labores escolares como si nada ocurriese, entonces o no sabe que la palabra México significa mala planeación a nivel educativo (por no decir carencia e ineficiencia académica), o no vive en tierra azteca. A sus hijos probablemente los ejercite un profesional bien pagado pero como está la situación económica en este momento, resulta difícil pensar en los sueños guajiros que él sugiere a nivel nacional. La suerte está echada. Falta esperar si cae cara o cruz. O SEP, o Ssa.
El niño es feliz por naturaleza durante su época en la primaria. Es cuando más corre, juega, se divierte; cuando más vive. No le importa el dinero, que lo ve como simple papel pintado. La contaminación ambiental lo intriga y se hace preguntas. La escuela es su campo de juegos. La lectura y los vegetales, su peor pesadilla. Los niños son pequeños ángeles traviesos que los padres de familia se empeñan en amar, no importando su peso. Que el gobierno debiera cuidar, porque son el futuro. Pero la reforma integral tarda en llegar. El patio de juegos se ve vacío, sobre él, las hojas secas del abedul escolar se remolinan cerca de una portería delimitada por rocas. Los rastros de comida se limitan a envases de refrescos vacíos y bolsas de frituras. La escuela permanece en silencio. Pero si se aguza el oído, el eco de las risas te palpa nuevamente el recuerdo. Cuando se es niño, se es feliz. Pero la enfermedad asola hoy en día el cuerpo y la mente de la infancia mexicana. Rubén y Guillermo se despiden, cada quien con un helado de su sabor favorito. Mañana esperan verse y compartir sus alimentos, que lamentablemente los conducen a una fatídica pero dulce muerte.
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